Lo más difícil de entender en esta vida es nuestra imperfección.... que la vemos todo el tiempo proyectada en las experiencias cotidianas...
Nos negamos a hacernos responsables de ello, porque el alma inocente no entiende desde dónde se genera ese nivel de dolor.
Sin embargo, cuando aceptamos que las distorsiones nos van a llevar a fallarle a quien más amamos, pues son a los que tenemos más cerca, despierta en nosotros la alerta de la conciencia.
Estando preparados para PONER LIMITES a eso que aún no sabemos manejar y nos lastima... ABRIR EL CORAZÓN a aquello que se expande y nos sale cada día mejor.
No es de guerreros enfrentar el dolor sin más armas de las que ya traía... es de guerreros regresar al campo de entrenamiento, hacerse de más armas, más habilidades, antes de pelear contra el monstruo que lo ha vencido una y otra vez.
Aquí todos somos muy imperfectos, y nuestra fortaleza es saberlo, no pretender ser la perfección del Espíritu en esta encarnación. Y la trampa es justificar que por imperfectos vamos a dar segundas oportunidades...
Si algo no es, si una y otra vez nos lastimamos en ese camino... Quizá es tiempo de soltar las amarras y emprender otro viaje... Experimentar por otros caminos y otras compañías... Dejar de pretender que el dolor nos curtirá... Y abrazar a quien nos ADMIRA, a quien tiene un café y un pan para compartir gustoso con nosotros...
Quizá es tiempo de comenzar a poner los ojos en quién nos ama desde la simpleza de no lastimarnos para demostrarlo...
Sin embargo, todos tenemos permiso de seguir transitando el camino de la víctima y el victimario... Y también de permitirnos poner la mirada en quien no tiene interés de ese juego... en quien solo quiere AMARNOS por existir...
Es tiempo de abrir el corazón y hacer espacio a lo que sí hay para darnos cuenta de lo que NO HAY. Dejar de buscar lo inexistente nos coloca en nuestro PRINCIPIO DE REALIDAD... y ahí termina el SUFRIMIENTO.
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